La relación entre la palatalización y las consonantes labiales en castellano

César Gutiérrez

Wake Forest University (Estados Unidos)

gutiermc@wfu.edu ORCID: https://orcid.org/0000-0003-0699-7537

 

RESUMEN

A pesar de los numerosos estudios dedicados a los resultados palatales en castellano de los grupos latinos PL y FL en inicio y en interior de palabra, otros grupos y secuencias integrados por consonantes labiales como - PUL-, - BVL-, - BE,I-, - U,I- y - MI- han recibido muy poca atención. El propósito de este artículo es analizar los detalles fonéticos de la evolución diacrónica de estos grupos y secuencias hacia los resultados castellanos [ʎ], [ɟ] y [ɲtʃ]. Para este fin se utilizarán datos experimentales, dialectales y comparativos del castellano y de otras lenguas romances. Todo ello permitirá concluir que tanto en los grupos de [Clabial + l] como en los de [Clabial + j] el cambio estuvo basado en los mismos mecanismos articulatorios: un fortalecimiento del segmento que seguía a la consonante labial y la posterior elisión de la propia labial, si ésta era oclusiva, o su asimilación al punto de articulación de la palatal, si era nasal. Se concluirá señalando las implicaciones que esto puede tener para los grupos PL y FL en castellano, así como para la metodología en fonética histórica.

 

ABSTRACT

The relationship between palatalisation and labial consonants in Castilian Spanish.– In spite of the many studies devoted to the palatal outcomes of the Latin clusters PL and FL in Old Spanish, some other clusters and sequences composed of labial consonants such as - PUL-, - BVL-, - BE,I-, - U,I- and - MI- have received little attention. The aim of this paper is to analyze the phonetic aspects of the diachronic evolution of these clusters and sequences into their Old Spanish outcomes [ʎ], [ɟ] y [ɲtʃ]. To this end, experimental, dialectal and comparative data from Old Spanish as well as from other Romance languages will be used. This will lead to the conclusion that the sound changes in both [Clabial + l] and [Clabial + j] clusters were based on the same articulatory mechanisms: a strengthening of the segment following the labial consonant and the later deletion of the labial, if it was a stop, or its assimilation to the point of articulation of the palatal, if it was a nasal. The implications of these conclusions for the evolution of PL and FL clusters in Old Spanish, as well as for the methodology in historical phonetics, will be pointed out.

 

Recibido: 27/8/2020; Aceptado: 5/12/2020; Publicado en línea: 31/05/2021

Citation / Cómo citar este artículo: César Gutiérrez (2020). La relación entre la palatalización y las consonantes labiales en castellano. Loquens, 7(1), e071. https://doi.org/10.3989/loquens.2020.071

Palabras clave: palatalización; fortalecimiento; consonantes labiales; historia de la lengua española; cambio fonético.

Keywords: palatalization; strengthening; labial consonants; history of the Spanish language; sound change.

Copyright: © 2020 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de uso y distribución Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0)


 

CONTENTS

1. INTRODUCCIÓN

2. -PUL-, -BVL- > [ʎ]

3. -BE,I-, -VE,I- > [ɟ] y - MI- > [ɲɟ]

4. DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES

NOTES

5. BIBLIOGRAFÍA

1. INTRODUCCIÓN[1]TOP

La palatalización total (en oposición a la palatalización parcial) de consonantes labiales es interlingüísticamente poco frecuente en comparación a la de sus homólogas alveolares y velares (cf. Bateman, 2010; Bhat, 1978; Hock, 2006). El castellano parece ajustarse a esta descripción, puesto que muestra un bajo número de casos en los que una consonante palatal ha surgido históricamente de un grupo o secuencia latino en el que había una consonante labial (véase (1)).

1. Grupos y secuencias con consonantes labiales en latín que han resultado en consonantes palatales en castellano (DCT; DCECH; DEEH-2; DLE; Lloyd, 1993; Penny, 2006)

a.  PL-, FL- > [ʎ]
  PLAGAM > LLAGA, PLANCTUM > llanto, PLANUM > llano, PLENUM > lleno, PLICĀRE > llegar, PLORĀRE > llorar, PLOVERE > llover, PLUVIAM > lluvia, FLAMMAM > llama
b.  PL- > [tʃ]
  *PLATTUM > chato, PLUTEUM > chozo (> choza), POPULUM > *PLOPPUM > chopo
c.  - MPL-, - NFL- > [ɲtʃ]
  AMPLUM > ancho, IMPLĒRE > henchir, INFLāRE > hinchar
d.  -PPUL- > [tʃ]
  *CAPPULA > cacha
e.  -PUL-, -BVL- > [ʎ]
  SCOPULUM > escollo, DIABOLUM > *[ˈdjaʎo] > diaño, INSUBULUM > ensullo, enjullo, TRIBULUM > trillo, TURBULAM > trulla
-BE,I-, -VE,I- > [ɟ]
  CAVEOLAM > gayola, FOVEAM > hoya, HABEAM > haya, OBVIā RE > (h)uyar, RUBEUM > royo, ruyo
g.  -MI- > [ɲtʃ]
  RUMIGĀRE > ronchar

Sería posible mermar más incluso esta lista de (1), ya que algunos de los cambios recogidos en ella son todavía objeto de debate. Tal es la situación con (1a): dada la tendencia de las labiales a no palatalizar, varios autores no consideran PL-, FL- > [ʎ] un proceso fonético, sino el producto de una analogía con los grupos con velar CL- > [kʎ] ( CLAMĀRE > llamar, CLAUSAM > llosa, CLAVEM > llave), los cuales muestran una propensión mucho mayor a palatalizar (Holt, 1998; Lloyd, 1993, p. 363; Repetti y Tuttle, 1987; Tuttle, 1975; Wireback, 1997). Esta caracterización de la transformación de PL- y FL- iniciales de palabra en palatal conlleva la asunción de que (1c) -MPL-, -NFL- > [ɲtʃ] y (1d) -PPUL- > [tʃ] también deberían estar provocados por la influencia ejercida por los grupos correspondientes con velar -NCL- y -CCUL- (-CONCLAVĀRI > conchabar, CONCHULAM > concha, * MANCULAM > mancha, CACCULUM > cacho) y no por una evolución fonética independiente de esos grupos interiores con labial.

La discusión sobre (1b) gira en torno a si se está o no ante lusismos: al ser [ʎ] la solución normal de PL- en castellano y [tʃ] > [ʃ] en portugués (en aquellas palabras que no retuvieron [pl] o que no lo mutaron en [pɾ], respectivamente), algunos investigadores han otorgado a * PLATTUM > chato, PLUTEUM > chozo y POPULUM > * PLOPPUM > chopo un desarrollo fonético dentro del portugués y una entrada en castellano como préstamos desde este iberorromance occidental (Lloyd, 1993, p. 364). Sin negar por completo este origen, pero subrayando la falta de buenas razones que impulsaran el préstamo de estas palabras[2] , otros autores han querido explicar esta africada por fonética sintáctica en castellano (v. gr. un chato, los chopos), de modo que esos grupos PL- hubieron de evolucionar en un contexto similar al de interior de palabra tras consonante (DCECH, s. vv. chato, chopo y choza). Sin embargo, si se admite que -MPL-, -NFL- > [ɲtʃ] y -PPUL- > [tʃ] fueron debidos a analogía con -NCL- y -CCUL-, estos PL- > [tʃ] también.

El propósito de este artículo es examinar los mecanismos fonéticos por los cuales ciertos grupos y secuencias del latín con consonantes labiales dieron lugar a consonantes palatales en castellano. Por ello, y por lo que se acaba de exponer, se renuncia a estudiar aquí los ejemplos de (1a-d) y se centrará la atención en los de (1e-g), cuyos cambios no han sido atribuidos a causas no fonéticas como la analogía o el préstamo desde otra lengua. En este sentido, la comparación entre los grupos de [Clabial + l] y de [Clabial + j] puede ser particularmente interesante para averiguar si en ambas circunstancias las etapas de cambio fueron similares o si, pese a ser grupos muy parecidos segmentalmente (consonante labial + (semi)consonante aproximante), sus estrategias de cambio difirieron.

Adicionalmente, otro motivo por el que se pone el foco sobre -PUL-, -BVL-, -BE,I-, -U,I- y -MI- es por el escaso interés que estos grupos y secuencias han concitado en general entre los especialistas en lingüística histórica del español. Su comprensión, sin embargo, puede ayudar a validar la viabilidad de algunas de las hipótesis que se han propuesto para la evolución de los grupos PL y FL iniciales e interiores de palabra. El análisis de -PUL-, -BVL-, -BE,I-, -U,I- y -MI- se apoya en datos experimentales, dialectales y comparativos románicos, puesto que, aunque el objetivo es explicar el proceso en castellano, la incorporación de datos de otras lenguas romances, especialmente de la Iberorromania, contribuirá tanto a esclarecer los aspectos más problemáticos como a alcanzar conclusiones más robustas.

2. -PUL-, -BVL- > [ʎ]TOP

Frente a la abrumadora mayoría de [bl] ( POPULUM > pueblo, FABULĀRE > hablar, NEBULAM > niebla, NOBILEM > noble), las secuencias latinas -PUL- y -BVL- resultan en [ʎ] en apenas cinco palabras en castellano. Se ha dejado fuera de esta lista casulla por las razonables dudas que rodean su filiación etimológica y su evolución fonética. Sobre su étimo en castellano, se han planteado CASUBULAM o CASUBLAM (DCECH, s. v. casulla; DEEH-2, s. v. casulla), diminutivos ambos del a su vez diminutivo latino casula (de casa), que se documentan en textos bajolatinos merovingios y carolingios (Niermeyer, s. v. casubula), de donde fr. chasuble, pic. ant. casuble o prov. ant. cazubla (FEW, s. v. casula). No obstante, el FEW sugiere que las variantes iberorromances (gall. y port. casula, cast. y cat. casulla) se basan en * CASULLAM. Sobre su fonética, como hiciera Meyer-Lübke (REW, s. v. 1752 casubla, casula), Corominas parte de CASUBLAM, pero achaca la [ʎ] de casulla a la influencia analógica de su cuasisinónimo CUCULLAM ‘capucha’ > cast. cogulla (“casula est vestis cucullata” –San Isidoro, Etimologías, XIX, 24, 17) (DCECH, s. v. casulla). También se ha prescindido de chillar porque, aunque múltiples autores han propuesto SIBILĀRE como su étimo (i. a. DEEH-2, s. v. sibilare; Menéndez Pidal, 1941, §571), los argumentos dados por Corominas (DCECH, s. v. chillar) para traer este verbo de FISTULĀRE > * CISCLĀRE > *chislar hacen dudosa tal filiación de chillar con SIBILĀRE. En cualquier caso, al ser indiscutible su vinculación con silbar en castellano, SIBILĀRE (junto a OBLITĀRE > olvidar) sirve para testimoniar la metátesis del grupo [bl] primario o secundario junto al tratamiento que aquí se analiza.

La evolución de -PUL- y -BVL- a [ʎ] no es, desde luego, exclusiva del castellano, ya que también se constata en otros iberorromances. Con el significado de ‘escobajo del racimo de uvas’, SCOPULUM tiene continuadores, además de en el cast. escollo, en el leonés de Salamanca escoyo (cf. DLE, s. v. escoyo)[3]. Con el significado de ‘peñasco’ (y por extensión ‘dificultad’), García de Diego (DEEH-2, s. v. scopulus2) piensa que el port. escolho, el cast. escollo y el cat. escull vienen directamente del SCOPULUM latino con el sentido correspondiente; Corominas (DCECH, s. v. escollo), empero, opina que únicamente la forma catalana guarda relación directa con SCOPULUM, y que las formas portuguesa y castellana son préstamos del italiano scoglio. Esta afirmación se basa fundamentalmente en la tardía documentación de escollo y escolho, que en castellano vino a sustituir a peñasco, así como en la ausencia de estos términos en la toponimia medieval de Castilla y Portugal[4]. Ahora bien, pese a su homonimia, SCOPULUM ‘escobajo del racimo de uvas’ y SCOPULUM ‘peñasco’ comparten el haber conducido a la secuencia -PUL- a [ʎ] en leonés, castellano y catalán.

La -BOL- de DIABOLUM pasó presumiblemente por los mismos avatares que -PUL- y -BUL- en su camino a [ʎ] antes de continuar hasta [ɲ]: el estadio con lateral palatal dialho está atestiguado en los distritos portugueses de Viana do Castelo, Castelo Branco, Coimbra y Santarém (TLPGP, s. vv. dialho y diabo), y las confusiones entre [ʎ] y [ɲ] se observan en otros ejemplos ([ʎ] > [ɲ]: Guillermo > Guiñermo; [ɲ] > [ʎ]: SEMINIA > semiña[5] > semilla[6]). Además de en castellano (DLE, s. v. diaño)[7], formas con la nasal palatal se encuentran ampliamente repartidas por otros iberorromances: gall. diaño, port. dianho (TLPGP), ast. diañu (DGLA), leon. diaño (LLA, s. v. diablo), sant. diaño (García Lomas, 1966), nav. diaño (Iribarren, 1984), cat. dianye (en menorquín e ibicenco), dianyo (en valenciano) (DCVB). La excepción más llamativa es el aragonés, en donde a falta de casos con [ʎ] o [ɲ] se registran diaplo (Besiáns) y diaple (Echo) (Andolz, 1992, s. v. diablo). Estas variantes deberán proceder de otras formas previas con oclusiva bilabial sonora geminada ([ˈdjabːle]), reproduciendo el mismo fenómeno de ensordecimiento de estas consonantes geminadas de algunos dialectos del catalán (barcelonés y leridano: DUPLUM > cat. [ˈdobːle] > barc. [ˈdopːle] –Badía Margarit, 1951, §82II). Este ensordecimiento está causado por la dificultad aerodinámica de mantener la vibración de las cuerdas vocales cuando la presión intraoral se iguala con la subglotal.

En lo referente a INSUBULUM, aparte de los castellanos ensullo y enjullo, contamos en asturiano con sullu (DGLA) y ensutsu (DEEH-2, s. v. insubulum). De modo similar a como sucedía con SCOPULUM ‘escobajo del racimo de uvas’ y SCOPULUM ‘peñasco’, en esta ocasión, no un homónimo, sino una palabra casi idéntica a INSUBULUM permite comprobar la conversión de -BUL- en [ʎ] en otros iberorromances: SUBULAM es la fuente del gall. solla ‘lezna’ (DEEH-2, s. v. subula)[8]. También del cat. de Alguer sula (sura según el ALDC –mapa 1687, l’alena–) (DEEH-2, s. v. subula), que acusa muy probablemente el estadio previo subla > *[ˈsuwla], con vocalización de la obstruyente bilabial.

TRIBULUM es la más difundida de las cinco voces bajo consideración, ya que posee continuadores en todos los iberorromances: gall. trillo, port. trilho, ast. trillu, leon. trillo, cast. trillo, arag. trill(o) y cat. trill.

Finalmente, TURBULAM > cast. trulla y el verbo * TURBULĀRE > burg. trullar ‘enturbiar el agua’ (García de Diego, 1970, p. 113) tienen correlatos en el gall. trulla ‘juerga’ (TLPGP, s. v. trulla), el ast. trolla ‘conjunto de labores que producen confusión y desorden’ (DGLA, s. v. trolla) y leon. trolla (DCECH, s. v. trulla). Tal vez el nav. trule ‘individuo alocado’ (Iribarren, 1984) esté emparentado con esta familia.

Más allá de las palabras de (1e) en castellano, hay otras que también muestran la evolución -PUL- y -BVL- > [ʎ] en otros iberorromances: * MILVULUM > port. -milhafre (DCECH, s. v. trillo; DEEH-2, s. v. milvus; DELP, s. v. milhafre), SUBLEVĀRE > cat. sollevar[9] (DCVB, s. v. sollevar), * TERTUBLO > port. tortulho (DELP, s. v. tortulho), RABULĀRE > port. ralhar (Williams, 1962, §928). A lo largo de la frontera portuguesa con Galicia, Leite de Vasconcellos (1901, §72a) informa de la presencia de ullo (< *ublo < UBI ILLUM). En gallego, sin embargo, sólo parece existir ulo (TLPGP, s. v. ulo; TILG).

Desde el punto de vista fonético, una posible explicación para -PUL- y -BVL- > [ʎ] podría consistir, una vez que la [p] sonorizó en [b], en la transformación de esta bilabial en velar con motivo de la similitud acústica entre estas dos consonantes[10], la posterior síncopa de la -U- átona y la palatalización del grupo [ɡl] en [ʎ] por medio de una fusión gestual como en los grupos procedentes de -CUL- y -GUL- (v. gr. APICULAM > gall. abella, port. abelha, ast. abeya, arag. abella, cat. abella, OCULUM > gall. ollo, port. olho, ast. güeyu, cat. ull, COAGULUM > port. coalho, arag. cuallo, cat. quall, TEGULAM > port. telha, ast. teya, arag. tella, cat. tella, TRAGULAM > sant. tralla)[11]. No obstante, esta explicación queda refutada al considerar que, si bien -CUL- y -GUL- en castellano evolucionan primero a [ʎ], después se deslateralizan y avanzan hasta [ʒ] (luego [ʃ] > [x]) (APICULAM > cast. abeja, OCULUM > cast. ojo, COAGULUM > cast. cuajo, TEGULAM > cast. teja). Según esto, si las secuencias -PUL- y -BVL- hubieran pasado por el estadio [ɡl], tendrían que haber desembocado en [ʒ] y deberíamos disponer de ejemplos como DIABOLUM > *diajo, INSUBULUM > *ensujo, TRIBULUM > *trijo, al igual que disponemos de MANIPULUM > manuculum > manojo, * RESTUPULUM > *restuculum > rastrojo (DCECH, s. vv. mano y rastrojo). Esto no es un obstáculo para el cat. escull, pues, según Corominas (DCECH, s. v. escollo), viene de *scoclu.

Al presentar esta vía un inconveniente tan serio, se ha propuesto -PUL-, -BVL- > [bl] > [lː] > [ʎ], en donde, después de la sonorización de [p] y de la síncopa de -U-, [b] se asimiló a la [l] y la geminada resultante generó la palatal [ʎ] (DCECH, s. v. enjullo; Lloyd, 1993, p. 326; Williams, 1962, §862). Efectivamente, esta explicación permite soslayar el reto que implican -CUL- y -GUL-; sin embargo, algunos ejemplos franco-provenzales y occitanos como los de (2) dejan en entredicho el paso [bl] > [lː].

2. Resultados de -BVL- en algunas variedades del franco-provenzal, del occitano y del normando (cf. FEW, s. vv. casula, diabolus, parabola, tabula y turbulare)

a.  CASUBULAM > fr.-prov. [tsaˈʒubʎa] (cantón de Valais, Suiza)
  DIABOLUM > fr.-prov. [ˈdjabʎu] (cantón de Vaud, Suiza), fr.-prov. [ˈdʒjabʎo] (cantón de Valais, Suiza)
b.  PARABOLAM > fr.-prov. parǫ´lla (cantón de Valais, Suiza), occ. prolle (Puy-de-Dôme, Francia)
  TABULAM > fr.-prov. [ˈtrobʎ] (departamentos de Sâone-et-Loire y Ain, Francia)
c.  *TURBULĀRE > norm. troubllaïr [trubʎai] (isla de Guernsey), fr.-prov. [trobʎú] (cantón de Vaud, Suiza), occ. [trubʎá] (Puy-de-Dôme, Francia)[12]

Estos ejemplos galorrománicos poseen una enorme importancia, porque permiten constatar que la palatalización de [l] no se logra por una asimilación de la bilabial a la lateral alveolar, sino por otro camino. Al no tener que coarticularse con otra consonante lingual, el ápice de la lengua relacionado con [l] dispone de una mayor libertad para anticipar el inicio de su gesto al bilabial asociado con [b], incrementando su propia magnitud. Kühnert, Hoole y Mooshammer (2006) suministran evidencia experimental del mayor solapamiento gestual de los grupos /pl/ y /fl/ en comparación a /kl/ en francés. Asimismo, la palatalización de consonantes alveolares geminadas por un aumento del contacto dorsopalatal viene ejemplificado por -ll- > [ʎ] en varios romances (CABALLUS > italorr. [kaˈvaʎo], GALLUM > cast. gallo, cat. gall) (Rohlfs, 1966, §233). De esto se puede colegir que -PUL-, -BVL- > [ʎ] en iberorromance no debió consistir en -PUL-, -BVL- > [bl] > [lː] > [ʎ] (asimilación de la oclusiva bilabial a la lateral alveolar, de donde se crea la geminada y de ésta la palatal), sino en -PUL-, -BVL- > [bl] > [bʎ] > [ʎ], es decir, en un incremento del contacto dorsopalatal de la lateral alveolar, que produjo [ʎ] y, al no poder ser [bʎ] grupo inicial de sílaba, resilabación de [b] a la coda de la sílaba precedente, en donde terminó elidiéndose.

En el marco de la explicación de Repetti y Tuttle (1987) (seguida de modo explícito para el castellano por Lloyd –1993, p. 363–, Holt –1998– o Wireback –1997–), según la cual todo grupo [pʎ], [bʎ] o [fʎ] es tomado como producto de una analogía (“unificación alofónica”) con [kʎ, ɡʎ], estos ejemplos de (2) son privados de cualquier valor demostrativo de un proceso fonético y se convierten en datos complementarios para probar esta analogía. Sin embargo, gracias a que en castellano la [ʎ] procedente de -PUL-, -BVL-, como ya se ha mencionado, no se confunde con el resultado de -CUL-, -GUL- parece obvio que -CUL-, -GUL- > [kʎ, ɡʎ] no pudieron incitar la creación de [bʎ] al menos en contexto intervocálico en este iberorromance. Es verdad que en aquellos romances en los que los grupos [kl, ɡl] y [pl, bl, fl] confluyeron en las mismas soluciones constituye un increíble desafío determinar si hubo o no influencia de los grupos con velar sobre los grupos con labial. En castellano, no obstante, a tenor del tratamiento diferenciado que se otorga a estos grupos se puede estar razonablemente seguro de que dicha influencia no existió sobre los [bl] intervocálicos y de que, por tanto, -PUL-, -BVL- > [bl] > [ʎ] tiene un fundamento fonético. Asimismo, el hecho de que las palabras a las que afecta este cambio en las lenguas iberorrománicas sean prácticamente las mismas indica lo probable de que en otros iberorromances este cambio también responda a motivos fonéticos.

Con todo, lo cierto es que -PUL-, -BVL- > [ʎ] representa un desarrollo muy minoritario en todos los iberorromances, incluido el castellano. En gallego y portugués se dan resultados con [bl] y [bɾ] (MOBILEM > gall. moble, DUPLUM > gall. y port. dobre, NOBILEM > gall. y port. nobre, STABULUM > gall. establo, estrabo, gall. y port. estabre) (cf. TLPGP, s. v. establo) además de resultados en los que la lateral se perdió prematuramente en contexto intervocálico ( NEBULAM > gall. néboa, port. névoa, SIBILĀRE > port. assobiar, TABULAM > gall. táboa, port. tábua) (DRAG; Williams, 1962, §82). Las variantes con [l] (FABULĀRE > falar, POPULUM > polo) parecen tener su área principal en Asturias y extenderse en menor grado por Galicia, Cantabria y el norte de Castilla (Menéndez Pidal, 1941, §571); lo normal en astur-leonés, no obstante, es [bl] y su mantenimiento, con posible rotacismo de la lateral (NEBULAM > ast. niebla, ñiebra, TABULAM > ast. tabla, traba, SIBILĀRE > ast. xiblar) (DGLA). El castellano preserva [bl] (doble, pueblo, OBLATAM > oblada –cf. alav. olada, Menéndez Pidal, 1941, §48–, hablar, niebla, noble). El aragonés reparte sus soluciones entre [bl] y [wl], al igual que el catalán (Andolz, 1992; Moll, 1952, §§167-168): [bl] (y [bːl]) en aquellas palabras latinas que terminaban en -U o en -E (DUPLUM > cat. doble, POPULUM > cat. poble, NOBILEM > arag. y cat. noble) y [wl] en aquéllas que terminaban en -A (NEBULAM > arag. y cat. neula, PARABOLAM > cat. paraula, TABULAM > arag. tabla, taula, cat. taula SIBILĀRE > arag. y cat. siular, xiular) (vid. supra SUBULAM > cat. de Alguer sula, sura). Este comportamiento de [bl] en interior de palabra en catalán es coherente con el de otros grupos y secuencias en idénticas circunstancias (cf. -MIN-: LAMINAM > llauna junto a llanda, pero DAMNĀRE > danyar, SOMNUM > [ˈsɔn], [ˈsɔ] –cf. DCVB–)[13].

Este carácter marginal, desde el punto de vista cuantitativo, de -PUL-, -BVL- > [ʎ] hace creer que se trata de un cambio muy antiguo, acaecido posiblemente antes de la fragmentación del iberorrománico común durante los siglos VIII y IX (Menéndez Pidal, 1950, §§101-103; Gil, 1970); de lo contrario, sería muy complicado justificar cómo un cambio fonético tan minoritario podría haber alcanzado de la misma manera a las mismas palabras en iberorromances diferentes. Esto es especialmente palpable con DIABOLUM y TRIBULUM, cuyos derivados con palatal se localizan en todos los dominios lingüísticos de la Península Ibérica (con la excepción del aragonés para diallo, diaño), y, en menor medida, con TURBULAM, del que se encuentran derivados con palatal en castellano y en la mayoría de los iberorromances occidentales.

3. -BE,I-, -VE,I- > [ɟ] y -MI- > [ɲɟ]TOP

Antes de adentrarse en esta sección, se hace precisa una aclaración. Si bien en la tradición filológica hispánica se ha supuesto que el resultado en castellano de [j, jː, ˈɛ, bj, dj, ɡj, ɡe,i] latinovulgares fue la fricativa palatal [ʝ] (Penny, 2006, §2.5.2.2.) o la aproximante palatal [j] (Ariza, 2012, pp. 165-169; Lloyd, 1993, p. 397; Menéndez Pidal, 1941, §533)[14], otros estudios recientes han sugerido que fue la oclusiva palatal [ɟ] (Recasens, 2011; Zampaulo, 2013). Las propuestas tradicionales han tenido dificultades a la hora de resolver la cuestión de por qué [dj, ɡj] dieron /ʝ/ y /ts, dz/ (> /θ/) en vez de converger en /ʒ/ con [lj] y [kl, ɡl] secundarios (FOLIAM > hoja, OCULUM > ojo, REGULAM > reja). A diferencia de éstas, la tesis de Recasens se basa en datos experimentales y comparativos para plantear que las oclusivas [c, ɟ] fueron las consonantes de las que salieron las africadas alveolares [ts, dz] y las alveopalatales [tʃ, dʒ] en romance. Zampaulo toma el contraste fonológico que existe en la actualidad entre /ʝ/ y /ɟ/ (cayó /kaˈʝo/, calló /kaˈɟo/) en el español correntino de Argentina y en el amazónico de Perú para establecer un paralelismo con el castellano de orígenes: [lj] y [kl, ɡl] secundarios evolucionaron a /ʝ/, mientras que [j, jː, ˈɛ, dj, ɡj, ɡe,i] lo hicieron a /ɟ/, lo que evitó su coalescencia. Dadas las ventajas de estas propuestas, en este trabajo se asume [ɟ] como resultado de -BE,I-, -U,I- y -MI-.

3.1. -BE,I-, -VE,I- > [ɟ]TOP

Los grupos -BE,I-, -U,I- han permanecido esencialmente inalterados en castellano: v. gr. ALLEVIĀRE > aliviar, LABIUM > labio, *LEVIANUM > liviano, *NERVIUM > nervio, *NOVIUM > novio, PLUVIAM > lluvia, *RABIAM > rabia. Las palabras que han experimentado la evolución -BE,I-, -U,I- > [ɟ] ascienden a APENAS cinco, de acuerdo con (1f). No obstante, caben algunas puntualizaciones. Sobre CAVEOLAM, en realidad, la solución patrimonial castellana debería ser semejante al topónimo burgalés Cayuela (Castro, 1918), pues la falta de diptongación de la -ŏ- tónica (cf. CALCEOLUS > it. calzuoloREW, s. v. 1495 calcea–) ha hecho sospechar a algunos investigadores una procedencia foránea (portuguesa para Castro –1918–, alto-aragonesa para Corominas –DCECH, s. v. jaula–). De cualquier modo, la existencia de Cayuela asegura que -BE,I-, -U,I- > [ɟ] es autóctono en esta voz en castellano, así como la presencia de gaiola en gallego y portugués (TLPGP, s. v. gaiola), gayola en navarro (CORDE) y gaiola y garjola en catalán (DCVB, s. v. gaiola y garjola) conduce a la misma conclusión en el conjunto de los iberorromances. Frente a esto, es muy notable que CAVEAM no haya producido ningún resultado con palatal en ningún iberorromance (gall. gabia, port. gábia, ast.-leon. gavia, cast. gavia, cat. gàbia).

Sobre hoya, como señala Corominas “quizá no sea jamás posible decidir en forma concluyente la duda entre el lat. FOVEA y el lat. vulg. *FODIA derivado de FODERE ‘cavar’” (DCECH, s. v. hoya). Sin embargo, creo que los aragoneses fobia (Andolz, 1992; García de Diego, 1914, §53) y fueba (cf. Menéndez Pidal, 1908-1911, vol. I, §367b) inclinan la balanza decisivamente a favor de FOVEAM.

Con respecto a haya, en caso de que saliera bien directamente desde HABEAM o bien por medio de HABEO > *[ˈaɟo] (la afinidad formal entre la primera persona del singular del presente de indicativo y todas las personas del presente de subjuntivo de la mayoría de los verbos habilita esta posibilidad), esta palabra puede calificarse como ejemplo de -BE,I-, -U,I- > [ɟ]. Ahora bien, aunque en este trabajo se acepta esta explicación fonética, ante la poca repercusión de -BE,I-, -U,I- > [ɟ] en castellano y a la vista de lo sucedido con verbos como CADERE (cayo-caya/caigo-caiga), TRAHERE (trayo-traya/traigo-triga) y VADERE (vaya-vaiga), podría hipotetizarse que haya fuera consecuencia de una analogía (como se reconoce con haiga) con otros verbos que desarrollaron una obstruyente palatal con menos dificultad (AUDIO > oyo, FUGIO > fuyo, SEDEO > seyo) (cf. Grandgent, 1907, §273). Con independencia de que tenga una base fonética o analógica, el hecho de que otros romances de dentro y de fuera de la Península Ibérica exhiban resultados con palatal en el presente de subjuntivo (gall. haxa, port. haja, arag. aya, cat. hagi, occ. aja, fr. aie) denota la antigüedad de este cambio.

(H)uyar, de OBVIĀRE, alterna con (h)uviar en los textos medievales con las acepciones de ‘llegar’, ‘llegar a, tener tiempo de’ (Menéndez Pidal, 1911, vol. II, s. v. huuiar, vujar; DCECH, s. v. vía). Modernamente se encuentra en el habla de Cespedosa de Tormes (en la frontera de Salamanca con Ávila[15]) y en Cantabria, en donde, además del significado ‘tardar, entretenerse’ (Saiz Barrio, 1991), ha adquirido el de ‘ponerse a cubierto de la lluvia’ por influencia de asubiar (< * SUBOBVIĀREDEEH-2, s. v. *subobviare) (García Lomas, 1966, s. v. uviar)[16]. En la localidad sanabresa de Hermisende (Zamora) subsiste oxar ‘espantar as pitas para que saian do semillero ou para que vaian para o galiñeiro’ (cf. TLPGP, s. v. uxar), y en asturiano, oxar ‘asustar a las aves’ (DGLA, s. v. uxear) (cf. arag. de Sarrión oxear ‘espantar las moscas’ –Andolz, 1992–).

Por último, RUBEUM > royo y ruyo, a las que García de Diego (1916) descubre muy extendidas por las provincias de Burgos, La Rioja, Soria, Segovia y Ávila. Como informa Menéndez Pidal (1950, §481), ruyo está presente en varios topónimos castellanos en los siglos XIII y XIV: Covas rruyas, Cueuas rruyas, Monte ruyo, que fueron sustituidos posteriormente por los modernos Covarrubias y Monterrubio. Pervive, sin embargo, Peñarroya en el nombre del castillo en Argamasilla de Alba (Ciudad Real) y del pueblo en Córdoba. Todo esto apoya la opinión de que royo y ruyo son tan patrimoniales en castellano como rubio, y sitúa a este iberorromance, así como al astur-leonés con royu, royo ‘fruto sin madurar’ (DGLA, s. v. royu; DLE, s. v. royo), como una prolongación de los iberorromances orientales en el tratamiento de RUBEUM. Es adecuado sostener esto, porque en aragonés (royoAndolz, 1992–) y en catalán (roigDCVB–) las variantes con palatal son las dominantes, mientras que en gallego y en portugués dan la impresión de ser inexistentes (gall. rubio, roiboDRAG–, port. ruivoTLPGP–).

No sólo la baja incidencia de -BE,I-, -U,I- > [ɟ] en castellano, sino también que varias de las palabras en las que ocurre este cambio ofrecen la doble solución [bj] y [ɟ] (gavia y Cayuela, (h)uviar y (h)uyar, rubio y royo) han sido cuestiones que no han recibido respuestas completamente satisfactorias dentro de los estudios de historia del español: para Menéndez Pidal (1941, §53) se trata de una competencia entre formas semicultas y formas populares perdida por estas últimas cuando hubo una reacción a favor de las primeras, cosa que también sucedió con los grupos [dj] y [ɡj] (MEDIUM > medio frente a meyo, REPUDIUM > repudio frente a repoyo); para Corominas (DCECH, s. v. rubio) la oposición entre rubio y royo es dialectal; y, para Ariza (1989) “no se trata […] de semicultismos o dialectalismos, sino de vacilación entre formas innovadoras y formas conservadoras” (p. 97).

Quizá una justificación que conjuga de una manera concebible los intentos de explicación previos sobre -BE,I-, -U,I- > [bj], [ɟ] en castellano sea la expresada por Harris-Northall (1990): “The correct interpretation here is undoubtedly that the reduction of the labial and glide is a change pushing itself into the Castilian area from other varieties of Spanish (probably northeastern, though there is also evidence of palatalization in Mozarabic)” (p. 25). Ciertamente, las coincidencias del castellano con el aragonés en los derivados de CAVEOLAM, FOVEAM y RUBEUM pueden llevar a ver al centro de la Iberorromania como el área de expansión de un cambio fonético con más vigencia en otros dominios lingüísticos, desde donde es propagado. Profundizando en esta línea de pensamiento, el castellano (y también el gallego, el portugués y el astur-leonés[17]) podría ser el confín occidental del cambio -BE,I-, -U,I- > [ɟ], pero, a su vez, el aragonés debe ser descrito como una zona intermedia de transmisión entre el iberorromance central (y occidental) y el centro irradiador que, en virtud de la alta frecuencia de resultados palatales a partir de -BE,I- y -VE,I-, es el galorromance (véase (3)).

3. Resultados palatales de -BE,I-, -U,I- en galorromance, retorromance, catalán y rumano (Appel, 1918, §59b; Bateman, 2010; Lausberg, 1965, §477; Meyer-Lübke, 1890, §508; Moll, 1952, §180; Rankin, 1981; Rohlfs, 1977, §476; Ronjat, 1930-1932, §296)

a.  Galorromance
  CAVEAM > fr. med. *[ˈkaβja] > fr. [ˈkadʒə], occ. caujo, * RABIAM > gasc. arràujo, occ. raujo, RUBEUM > fr. med. *[ˈrobdʒə], gasc. arroùy
b.  Retorromance
  CAVEAM > engad. cabga, PLUVIAM > engad. plofga, * RABIAM > engad. rabgia, sobres. ravgia, SALVIAM > engad. salvga
c.  Catalán
  ABBREVIĀRE > abreujar, ALLEVIĀRE > alleujar, * LEVIARIUM > lleuger
d.  Rumano
  rum. est. [alˈbinə] > munt. [alˈbʝinə] > mold. [alˈɡjinɨ], rum. est. [ˈbjet] > vala. [ˈbʝet] > mold. [ˈɡjet], rum. est. [ˈvjespar] > vala. [ˈ(v)ɡjespar] > mold. [ˈʒespar][18]

Estos ejemplos, en conjunción con otros como la grafía <pch> utilizada en provenzal antiguo (APPROPIĀRE > propchar, fránc. hâppia > apcha, –Appel, 1918, §59b–), han ayudado a galorromanistas y balcanorromanistas a determinar el desarrollo de -BE,I-, -U,I- hacia una consonante palatal: consistió en la formación de la aproximante palatal [j] a partir de las vocales plenas -E- o -I- en el periodo latinovulgar, seguida de su fortalecimiento en una obstruyente palatal, cuya sonoridad concordó con la de la consonante labial que la precedía. El respaldo a esta cronología relativa viene, además de la grafía <pch> del provenzal antiguo, susceptible de interpretarse como [ptʃ], de los ejemplos del catalán, en los que se observa este fortalecimiento de la [j] sin la pérdida de la labial ni la modificación de su punto de articulación, y de las alternancias sincrónicas que manifiestan los dialectos del rumano. Los datos del francés, indirectamente, también invitan a asumir las mismas etapas en el proceso, puesto que, a pesar de no contar con pruebas documentales equivalentes a las del provenzal, las vocales tónicas de estas palabras en francés evolucionan como aquéllas en sílaba trabada y no como aquéllas en sílaba libre: APIUM > fr. ache y no *eche, CAVEAM > fr. cage y no *cege (cf. BARBAM > fr. barbe, CASTUM > fr. chaste frente a LABRUM > fr. lèvre, SAPAM > fr. seve) (Pope, 1934, §231).

Los pasos intermedios que revelan tanto la evolución diacrónica de consonantes labiales a palatales como las alternancias sincrónicas entre éstas y aquéllas en una lengua hacen preferible pensar que este cambio tiene una motivación articulatoria (Bateman, 2010) en vez de una perceptiva (Ohala, 1978). Tras su análisis de este fenómeno en 117 lenguas, la propia Bateman advierte que la consonantización de [j] en este contexto no es muy usual interlingüísticamente, lo que, a su vez, podría justificar por qué [Clabial + j] > [Cpalatal] tiene una baja frecuencia en las lenguas del mundo. En este sentido, -BE,I-, -U,I- > [ɟ] en castellano podría presentar un escenario similar al de -PUL-, -BVL- > [ʎ]: al utilizar articuladores diferentes, el gesto de [j] pudo anticipar su comienzo sin interferir en el gesto de [b] y aumentar su magnitud, lo que se tradujo en un incremento del grado de constricción de la aproximante hasta convertirse en oclusiva con resilabación y pérdida de [b] ; es decir, -BE,I-, -U,I- > [bj] > [bɟ] > [ɟ].

Dentro de la filología española, los aspectos fonéticos de -BE,I-, -U,I- > [ɟ] han recibido comprensiblemente muy poca atención por la escasa productividad de este cambio en castellano. -BE,I-, -U,I- > [ɟ] ha tendido a ser tomado implícita o explícitamente, según cada autor, como una palatalización al modo de [dj] y [ɡj] (DEORSUM > yuso, RADIUM > rayo, EXAGIUM > ensayo, FAGEAM > haya), máxime, cuando coincide en el resultado [ɟ] con estos grupos de oclusiva sonora + yod (Ariza, 1989, p. 20; Fradejas Rueda, 2000, pp. 104-105; Lloyd, 1993, p. 422; Menéndez Pidal, 1941, §531; Penny, 2006, §2.5.2.2.). Sin embargo, al no ser -BE,I-, -U,I- > [Cpalatal] una palatalización lograda por fusión gestual como la de [dj] y [ɡj], sino una consonantización de la [j] acompañada por la posterior elisión de la labial en posición de coda silábica, probablemente sea más idóneo dejar de catalogar este cambio con las palatalizaciones y empezar a encuadrarlo junto a otros más similares a él tipológicamente como los fortalecimientos de semivocales en comienzo e interior de palabra: v. gr. EQUAM > yegua, hielo [ˈɟelo], hierba [ˈɟeɾba], * MINUĀRE > menguar, IANGUAS > Yanguas, huerto [ˈɡweɾto], hueso [ˈɡweso], viruela [biɾˈɡwela] (ALEC, mapa 127, viruela; Lapesa, 1981, §1165; Pensado, 1986b).

3.2. -MI- > [ɲɟ]TOP

En contraste con la situación de otras lenguas románicas como el francés, en donde -MI- ha producido asiduamente resultados palatales (* DOMINIARIUM > danger, COMMEATUM > congiet, SIMIUM > singe, VINDEMIAM > vendeignesFEW; Pope, 1934, §305–), en castellano la inmutabilidad de este grupo es casi total (PRAEMIUM > premio, RUMIGĀRE > rumiar, VINDEMIAM > vendimia). Los únicos ejemplos podrían ser ronzar ‘hacer ruido al masticar’ (DLE) y ronchar ‘hacer ruido al masticar’ (DCT, pp. 1033-1034), pero para ello hace falta demostrar su filiación con RUMIGĀRE, cuestión no zanjada aún.

Acerca de este asunto, en la primera edición de su Diccionario etimológico español e hispánico (DEEH-1, 1954), García de Diego estableció cuatro étimos a los que atribuir una serie de palabras existentes en iberorromance, vinculables entre sí por su forma y su semántica (véase (4)): junto a RUMIGĀRE y RUMINĀRE, ambos verbos denominales derivados, respectivamente, de RUMIS ‘ubre’ y RUMEN ‘primer estómago de los rumiantes’ (DÉLL, s. vv. ruma y rumen), propuso las reconstrucciones * RHONCHIZĀRE y * RUMIGIĀRE para dar cuenta de aquellas formas con obstruyente en la parte final de la raíz (i. e. cast. ronchar, cat. ronxar, cast. ronzar). Extrañamente, en la segunda edición de esta obra (DEEH-2, 1985), * RUMIGiĀRE y sus descendientes son suprimidos, y a ronzar pasa a asignársele un origen a partir de las onomatopeyas ron, ronz, roñ (DEEH-2, s. v. ron, ronz, roñ). Corominas (DCECH, s. vv. roncero y roncear) también piensa en una procedencia onomatopéyica para ronzar y ronchar[19] .

4. Étimos de rumiar y sus variantes en iberorromance según García de Diego (DEEH-1, s. vv. *rhonchizĀre, rumigĀre, *rumigiĀre y ruminĀre)

a.  *RHONCHIZĀRE > cast. ronzar ‘hacer ruido al mascar’
b.  RUMIGĀRE > cast. rumiar ‘mascar con ruido’, salm. rumear ‘mascar con ruido’, romiar ‘rumiar’, nav. rumar ‘rumiar’, ast. rungar ‘rezongar’, nav., arag. y cat. remugar ‘rumiar’, arag. rumegar ‘rumiar’, gall. resmungar ‘rezongar’
c.  *RUMIGIĀRE > cast. ronchar ‘mascar con ruido’, cat. ronxar ‘mascar con ruido’
d.  RUMINĀRE > gran. ruminar ‘rumiar’, ast. y arag. roñar ‘refunfuñar, reñir’

En contraposición a estos planteamientos de García de Diego y Corominas, es posible derivar ronchar (así como ronxar, ronzar y roñar) de RUMIGĀRE. Mientras que el castellano rungar (DCT) o los astur-leoneses rungar, rongar (DGLA, LLA) experimentaron la síncopa de la vocal pretónica desde RUMIGĀRE, en otros cognados (cast. rumiar) la lenición de la [ɡ] intervocálica ocurrió antes, causando que las dos vocales a las que esta consonante separaba entrasen en contacto y constituyeran un diptongo (RUMIGĀRE > [rumeˈɣ̞aɾ] > [rumeˈaɾ] > [ruˈmjaɾ]). En este estadio se dieron las condiciones para que, tal y como sucedía con [bj], [j] pudiera fortalecerse en [ɟ] al aumentar su grado de constricción. Esta modificación en el modo de articulación de la consonante palatal vino acompañada de una reestructuración silábica de la palabra: la nasal pasó del inicio de la segunda sílaba a la coda de la primera, lo que, en consecuencia, hizo que se asimilara al punto de articulación de la oclusiva palatal siguiente.

Desde este estadio [ɲɟ] se abren tres alternativas: [ɲ], [nts] y [ɲtʃ]. Como acredita roñar en gallego (cf. TLPGP), asturiano (DGLA), leonés (LLA), navarro (Iribarren, 1984) y aragonés (Andolz, 1992), [ɲɟ] > [ɲ] se pudo lograr por la asimilación progresiva de la oclusiva a la nasal ([ɲɟ] > [ɲ(ː)]) como sucede con otras secuencias de nasal + oclusiva en varios romances ([mb] > [m(ː)]: LUMBUM > cast. lomo, cat. llom, UMBILICUM > arag. melico; [nd] > [n(ː)]: CANDELAM > cat. canela, SPONDAM > arag., cat. espona; [ŋɡ] > [ŋ(ː)]: SINGULOS > [ˈsiŋɡlos] > [ˈsiŋ(ː)los] > cast. sendosAndolz, 1992; Gutiérrez, 2018; Moll, 1952, §160; Zamora Vicente, 1967, pp. 236-237–). Por su parte, ronchar y ronzar son fruto de la alta variabilidad del fonema palatal central en cuanto a su punto de articulación. Sólo en el español de España, este fonema manifiesta una multiplicidad de realizaciones en distribución relativamente libre en cuanto a su modo de articulación: entre otras, la oclusiva [ɟ], la africada [ɟ͡ʝ], la africada sibilante [d͡ʒ], la fricativa sibilante [ʒ], la fricativa [ʝ], la aproximante [j] o su elisión (Rost Bagudanch, 2018; Scarpace, Beery y Hualde, 2015)[20] . Además de en el modo en el que se produce la obstrucción a la salida del aire, esta consonante exhibe alófonos que también se diferencian en su punto de articulación. Así, junto a los mediopalatales [ɟ], [ɟ͡ʝ], [ʝ], [j], el prepalatal [ʒ] y el alveopalatal [d͡ʒ] ya señalados, también conviven el (dento)alveolar [d] y el velar [ɡ]: v. gr., en Cantabria, yesca [ˈdjeska], hiel [ˈɡjel], yendo [ˈdjendo] (ALECant, mapas 768, 973 y 1174); en Zaragoza, hiel [ˈɡjɛl], en La Rioja llantén [djanˈtel] (ALEANR, mapas 1423 y 1499), en el Bajo Aragón guierno ‘yerno’ (Andolz, 1992); en Navarra, diegüa ‘yegua’, indición ‘inyección’, guierba ‘hierba’, guierro ‘hierro’ (Iribarren, 1984); en La Mancha, yeso [ˈdjeso], [ˈɡjeso], inyección [indiˈθjon] (ALECMAN, mapas FON-188 y FON 203). Estos descendientes de RUMIGĀRE con [ɲ], [nts] y [ɲtʃ] son paralelos a los de AXUNGIAM y SPONGIAM en iberorromance, voces cuyas secuencias -NGIV- también discurrieron por el estadio intermedio [ɲɟ] (Gutiérrez, 2020): AXUNGIAM > cat. ensunya [ənˈsuɲə], cast. [(eŋ)ˈxunθja], SPONGIAM > arag. espuña, esponchá, cast. ant. esponza, esponça, sant. espuncia, gall. esponxa [esˈpoɲʃa], cat. esponja [əsˈpɔɲʒə], [asˈpɔɲdʒa], [esˈpɔɲtʃa]. En galorromance se encuentran formas análogas a las del iberorromance que reflejan evoluciones fonéticas parejas a las de RUMIGĀRE en la Península Ibérica: v. gr., fr. ant. rungier, norm. [rœ̃ˈʒe] (Orne), pic. roincher (Rogny), fr.-prov. [rỹˈdʒi] (Doubs), fr.-prov. [roinˈdzi] (Vaudioux), occ. [ryˈɲar] (Altos Alpes) (cf. FEW, s. v. rumigāre)[21].

Todos estos datos llevan a concluir que existe una conexión fonética entre RUMIGĀRE y roñar, ronchar, ronxar y ronzar, la cual permite descartar un origen onomatopéyico de estas últimas palabras. La semántica no interpone un obstáculo a esto, puesto que la noción de ‘rumiar’ pudo avanzar con facilidad a las de ‘hacer ruido al masticar’, ‘hacer cualquier ruido de baja intensidad con la boca’, ‘gruñir, refunfuñar’ y ‘roncar’. Por ello, parece adecuado admitir RUMIGĀRE > cast. ronchar y ronzar como ejemplo de [Clabial + j] > [Cpalatal][22], con la puntualización de que, a diferencia de -BE,I-, -U,I- > [bj] > [bɟ] > [ɟ], la nasal se conservó al poder ocupar la coda silábica (-MI- > [mj] > [ɲɟ]).

4. DISCUSIÓN Y CONCLUSIONESTOP

El análisis de -PUL-, -BVL- y de -BE,I-, -U,I- y -MI- realizado en las páginas precedentes muestra que la llamada “palatalización” de estos grupos y secuencias en castellano consistió, al igual que en otras lenguas del mundo, en el fortalecimiento del segmento que seguía a la consonante labial y en la posterior elisión de la propia labial, si ésta era oclusiva, o en su asimilación al punto de articulación de la palatal, si era nasal. El fortalecimiento de [l] y [j] mediante el aumento de su duración y grado de constricción se tradujo en su conversión en [ʎ] y [ɟ], respectivamente.

La confirmación de que el precursor de -PUL-, -BVL- > [ʎ] pudo ser la anticipación del comienzo del gesto de [l] como paso previo a la ganancia de más contacto dorsopalatal por parte de esta consonante puede servir de apoyo a la propuesta de Williams (1962, §675) de que el desarrollo de PL- y FL- iniciales en castellano estribó en un alargamiento de la lateral (“pl > pll (lengthening of l) > [pʎ] (whence Castilian [ʎ])”). La viabilidad de esta evolución fonética para los grupos formados por [Clabial + l], así como sus paralelismos con la evolución de los grupos formados por [Clabial + j], hace seguramente necesario revisar el planteamiento de que las soluciones palatales [ʎ] y [tʃ] en castellano a partir los grupos PL y FL iniciales e interiores de palabra son debidas a analogía con los grupos CL. Al no haber lenguas en las que la palatalización afecta en exclusiva a las consonantes labiales dejando inalteradas a las alveolares y/o velares (cf. Bateman, 2010; Bhat, 1978; Hock, 2006), es muy tentador supeditar por analogía la palatalización de aquéllas a la de éstas. Sin embargo, esta asociación sólo se ha establecido en romance en general y en castellano en particular para los grupos de [Clabial + l], no para los de [Clabial + j][23], a pesar de que las soluciones palatales a partir de ambos son igual de infrecuentes tipológicamente. Es deseable que cualquier intento de explicar los resultados palatales de PL y FL a través de los de CL se ocupe de justificar con el mismo método los resultados palatales de [bj] como consecuencia de los de [dj, ɡj], ya que aceptar la acción de la analogía solamente en los grupos de [Clabial + l], o no discutir su papel en los grupos de [Clabial + j], socava seriamente la firmeza de dicha propuesta.

Desde una perspectiva teórica más amplia, los desarrollos de -PUL-, -BVL- y de -BE,I-, -U,I- y -MI- ilustran los potenciales problemas de dos nociones asumidas tan tácita como habitualmente en fonética histórica, a saber: i) que un mismo resultado a partir de unas condiciones iniciales semejantes implica una misma evolución, y vice versa, ii) que un resultado diferente a partir de unas condiciones iniciales semejantes implica una evolución completamente diferente.

Sobre la aserción expresada en i), la presunción de que en el cambio -BE,I-, -VE,I- > [bj] > [ɟ] intervinieron los mismos mecanismos articulatorios que en [dj, ɡj] > [ɟ] porque en ambas instancias se llega al mismo resultado se ha revelado incorrecta: mientras que en los grupos con labial la obstruyente [ɟ] sale de un fortalecimiento de [j], en los grupos con alveolar y velar, esta obstruyente sale de una fusión gestual entre las oclusivas y [j]. Algo muy parecido se podría decir sobre -PUL-, -BVL- en comparación a sus correlatos con velar -CUL- y -GUL-: los datos experimentales y comparativos del galorromance sugieren que en [bl] la lateral palatal [ʎ] no se originó porque la bilabial oclusiva que precedía a [l] se le asimilara y formara una geminada, sino porque al ser [b] y [l] pronunciadas con articuladores independientes, el gesto lingual de [l] pudo superponerse al labial de [b] y adquirir más magnitud articulatoria, convirtiendo a [l] en [ʎ]. Si bien la confluencia en [ʎ] de -PUL-, -BVL- y -CUL-, -GUL- en casi todos los iberorromances hace dudar sobre el papel de la analogía, la diferente solución en castellano para los grupos con labial (> [ʎ]) frente a los grupos con velar (> [ʒ]) ha permitido despejar dichas dudas y atribuir los cambios en los dos tipos de grupos a causas fonéticas.

En referencia a la afirmación de ii), -MI- > [mj] > [ɲɟ] > [ɲ], [nts], [ɲ(t)ʃ] pone de manifiesto que soluciones aparentemente dispares como [ɲ], [nts], [ɲ(t)ʃ] pueden responder a pequeñas variaciones articulatorias en un estadio común anterior, como en este caso fue [ɲɟ] (cf. Solé, 2012).

En definitiva, ejemplos como estos alertan sobre los riesgos de asumir una determinada evolución en función únicamente del resultado, y resaltan la importancia de contar con los detalles fonéticos a la hora de describir las etapas de un cambio fónico.

NOTESTop

[1]

Lista de abreviaturas referidas a las lenguas y dialectos mencionados a lo largo del artículo: alav. = alavés, ant. = antiguo, arag. = aragonés, ast. = asturiano, barc. = barcelonés, burg. = burgalés, cast. = castellano, cat. = catalán, engad. = engadinés, est. = estándar, fr. = francés, fr.-prov. = franco-provenzal, fránc. = fráncico, gall. = gallego, gasc. = gascón, gran. = granadino, it. = italiano, italorr. = italorromance, leon. = leonés, med. = medieval, mold. = moldavo, mod. = moderno, munt. = muntenio, norm. = normando, occ. = occitano, pic. = picardo, port. = portugués, prov. = provenzal, rioj. = riojano, rum. = rumano, salm. = salmantino, sant. = santanderino, sobres. = sobreselvano, vala. = valaco.

[2]

Se registra, asimismo, chus (< PLUS) en gallego y en portugués, al igual que en Berceo (DCECH, s. v. chozno), lo que hace algo difícil su explicación como lusismo.

[3]

“La falsa pronunciación de la unidad del castellano nos había hecho creer que capla, cacha representaba el trato único del grupo pl; pero el Dicc. Acad. incluye escoyo, forma de yeísmo de escollo ‘escobajo de la uva’, del latín scoplus scopulus” (García de Diego, 1950, p. 111).

[4]

Corominas no halla rastro de escollo en castellano hasta principios del siglo XVII, pero una búsqueda en CORDE revela casos de esta palabra ya en la primera mitad del siglo XVI. Este adelantamiento de la documentación de escollo no invalida en absoluto el planteamiento de Corominas, el cual acepto.

[5]

Existe en riojano (cf. Pastor Blanco, 2004, s. v. semiña).

[6]

También las palatales centrales [ɟ], [ʝ] o [j] han podido verse afectadas por un cambio similar: yema [ˈɲema] (ALEC, mapa 178, y- en yema), OCULUM > ast. güeyu > güeñu (DGLA, s. v. güeyu). En salentino se documentan formas con [ɲ] a partir de grupos de muta cum liquida que podrían aludir a un estadio intermedio [ʎ]: BETULA > *bleta > [ˈɲɛta], FLECTA > [ˈɲɛtːa] (Rohlfs, 1966, §177).

[7]

El DA registra diañe en América.

[8]

En otro lugar, García de Diego (1978, p. 67) documenta el gall. solla con el sentido de ‘puñal’. No obstante, estos no deben confundirse con el gall. solla, el port. solha (TLPGP), el ast. suelha, soya (DGLA) y el cast. solla (DLE) ‘pez parecido a la platija’, que remontan a SOLEAM.

[9]

Cf. it. sollevare (Rohlfs, 1966, §240), cast. solevar.

[10]

Las confusiones entre [b] y [ɡ], en especial cuando anteceden a una vocal posterior redondeada, son frecuentes: en castellano abuja por aguja, agüela por abuela, güeno por bueno, gomitar por vomitar, RIVUM > arag. rigo (cf. arag. rigola ‘acequia pequeña dentro de la cuadra’ –Andolz, 1992–, rivuelo = rioj. rigüelo ‘arroyo’ –Pastor Blanco, 2004–) (Alvar, 1987, p. 96; Menéndez Pidal, 1941, §72; Quilis, 1999, p. 224).

[11]

En contraste con la tradición filológica hispánica, que supone que en las secuencias -CUL- y -GUL- las consonantes no formaron grupo tras la síncopa de la vocal y que la velar vocalizó en yod en coda silábica palatalizando así a la lateral (tegulam > [ˈteɡ.la] > [ˈtej.la] > [ˈteʎa]) (Menéndez Pidal, 1941, §572), en este trabajo se asume que las secuencias -CUL- y -GUL- sí formaron grupos tautosilábicos que palatalizaron por fusión de los gestos velar y alveolar de las consonantes correspondientes (cf. Wireback, 1997, pp. 69-71).

[12]

En [trubʎai] no se ha puesto acento porque el FEW no lo provee; en [trobʎú] y en [trubʎá] se ha notado el acento sobre la vocal tónica en vez de con el símbolo ˈ del Alfabeto Fonético Internacional (AFI), porque no queda claro si la frontera silábica se encuentra antes de [b] ([V.bʎV]) o entre la bilabial y la lateral ([Vb.ʎV]).

[13]

Es posible que la vocalización de la nasal bilabial en las secuencias [mn] en catalán también sobreviniera en algunas palabras latinas no acabadas en -A como DAMNUM > cat. ant. don (mod. dany), SCAMNUM > escon, escó (Moll, 1952, §173). Pese a la tendencia del catalán a conservar los diptongos [aw] secundarios (cf. Moll, 1952, §53), esta vocalización de [m], el subsecuente diptongo [aw] que se crearía y su ulterior monoptongación parecen la única salida para dar cuenta de la [ɔ] tónica de don y esco(n).

[14]

Lapesa (1981, §183): “Los grupos /d + yod/, /g + yod/ se redujeron a [j] o [y] (adjutare > ayutare)”.

[15]

A unos 45 km al oeste de Cespedosa se halla el topónimo Segoyuela, derivado de Segovia (García Sánchez, 2007, p. 287).

[16]

En Cantabria también se registra PLUVIAM > pluya ‘niebla espesa y húmeda’ (Saiz Barrio, 1991) y auyar ‘agobiar’ (de *GUBBEU según García de Diego –1970, p. 129–).

[17]

Téngase en cuenta que las soluciones palatales para -BE,I-, -VE,I- todavía alcanzan, si bien mínimamente, a los iberorromances occidentales: gall. y port. gaiola, gall. y ast. oxar, ast.-leon. royo, *NOVIUM > leon. noyo (García de Diego, 1978, p. 189; cf. cat. noiDCVB, s. v. noi–). Es necesario precisar que esta afirmación se refiere a la palatalización total y no a la palatalización parcial de labiales, de la cual el portugués parece tener abundantes ejemplos (véase Pensado –1986a– para una discusión sobre cómo la despalatalización de estas labiales palatalizadas, representadas gráficamente con h>, dio lugar a lo que en principio podría percibirse como una mera metátesis: CALUMNIAM > port. med. comha > port. mod. coima, *RABIAM > port. med. ravha > port. mod. raiva, SAPIAT > port. med. sabha > port. mod. saiba).

[18]

Cf. VESPAM > alav. viespa, yespa (DEEH-2, s. v. vespa).

[19]

Este ronchar ‘ronzar, mascar’ no es el registrado en Castilla por el DCT, sino que es documentado en la imitación del habla popular de Granada que Ganivet hace en su novela Los trabajos del infatigable creador Pío Cid (Toro y Gisbert, 1920, p. 579). Esto contribuye a dar una idea de la extensión de este vocablo en España.

[20]

Esta diversidad llega a tener un impacto en la taxonomía del inventario fonológico del español, ya que no hay acuerdo en la bibliografía sobre el símbolo del AFI para representar a este fonema (/ɟ/ –Campos Astorkiza, 2012; González, 2020–, /ɟ͡ʝ/ –Martínez Celdrán, Fernández Planas y Carrera Sabaté, 2003–, /ʝ/ –Hualde, 2005; García Moutón y Molina Martos, 2012– o /j/ –Rost Bagudanch, 2016–).

[21]

Es probable, no obstante, que las variantes con [ɲ] que afloran en las zonas donde hay casos de ruminer (cf. ALF, mapa 1703, ruminer) procedan de RUMINĀRE. Y lo mismo podría ocurrir con roñar en aquellos iberorromances que eliden con regularidad las -N- intervocálicas como el gallego o, en menor medida, el astur-leonés.

[22]

Aunque [ts, dz] y [θ] no son consonantes palatales, la evolución que condujo de RUMIGĀRE a ronzar, según se ha argumentado, sí pasó por la palatal [ɟ] en sus primeras etapas.

[23]

Hasta donde alcanza mi conocimiento, el único autor que insinúa una influencia analógica de [dj] y [ɡj] sobre [bj] es Lloyd (1993, p. 422): “Parece que los resultados de /d/ y /g/ más yod suministraron un modelo para algunas palabras que tenían otras consonantes. De todos modos, comprobamos que en algunos casos la labial ha sido absorbida por la yod: FOVEA > foya, RUBEU > royo, HABEAM > haya”.

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